Hace dos años escribía sobre la, en mi opinión, errónea estrategia saudí en política exterior respecto a la guerra de Yemen, al bloqueo de Qatar, a su involucración en la política libanesa, o al apoyo a Al Sisi en Egipto y a Haftar en Libia, entre otros.
Parece que hoy en día se empieza a vislumbrar una posible salida negociada a la guerra de Yemen y al bloqueo de Qatar, ya que la situación sigue estancada y Arabia Saudí no ha conseguido ninguno de sus objetivos.
Pues bien, hoy voy a hablar de la errónea estrategia que a mi juicio está siguiendo el régimen iraní en política exterior. Al hablar sobre la guerra de Yemen, ya mencioné brevemente el juego que hay entre Arabia Saudí e Irán. Recapitulando, Irán trata de apoyar la causa chií en otros países, y Arabia Saudí la suní, enfrentándose así ambos países en una guerra fría en otros territorios como Yemen, Líbano, Siria o Irak.
De Yemen ya he hablado suficiente, y de Siria también, donde recordemos, Irán tiene presencia militar para apoyar a Al Assad, y envía milicias chiíes formadas por iraquíes, afganos y paquistaníes a combatir contra los rebeldes sirios.
(En este gráfico se puede comprobar la importancia del apoyo militar iraní al régimen sirio sobre el terreno: Entre 8.000 y 10.000 miembros de las guardias revolucionarias, entre 5.000 y 6.000 soldados regulares, 20.000 milicianos iraquíes, entre 15.000 y 20.000 milicianos afganos, entre 7.000 y 10.000 milicianos libaneses de Hezbollah, y entre 5.000 y 7.000 milicianos paquistaníes, haciendo un total de entre 60.000 y 73.000 combatientes, cuando el ejército de Al Assad se estima en 50.000 combatientes. Datos de 2016 publicados en Dailymail.co.uk).
Sin embargo, no he hablado mucho de lo que sucede en Líbano e Irak. Y es que en los últimos meses se están desarrollando una serie de protestas masivas en ambos países contra el status quo.
Comenzando con Líbano, el sistema político que rige en este país surge tras la cruenta guerra civil de 15 años, y consiste en un reparto de poder entre las diferentes confesiones religiosas del país. Así, el cargo de presidente lo debe ostentar siempre un cristiano, el de primer ministro un suní, y el presidente del Parlamento un chií.
Líbano, por su cercanía geográfica con Siria, se ha visto fuertemente influenciado por la guerra en este país, y ha acogido a cerca de un millón de refugiados, lo que dado el pequeño tamaño del país, es sin duda muy significativo.