sábado, 9 de enero de 2021

Y perdió Trump, aunque no quiera reconocerlo

El 20 de Enero Biden jurará como nuevo presidente de EEUU, a pesar de todos los intentos de Trump para impedirlo.

Pese a que la diferencia entre Biden y Trump fue de 7 millones de votos (Biden logró en total algo más de 81 millones de votos, y Trump, algo más de 74), hubo incertidumbre hasta el final debido al sistema electoral de EEUU.

Ya en las anteriores elecciones de 2016 expliqué cómo era posible que Hillary Clinton hubiese perdido las elecciones pese a sacar 3 millones de votos más a Trump. Recapitulando, en EEUU tienen un sistema electoral dividido por Estados. Cada Estado tiene asignado un número de "votos electorales" según su población. El partido que gane en cada Estado se lleva todo, y el que pierda, nada. Por eso es crucial ganar Estados, especialmente los de mayor población.

Desde hace bastante tiempo, el partido republicano (el de Trump) suele ganar siempre en el centro del país, que está más deshabitado y es más rural, mientras que el demócrata (el de Biden) suele ganar en las costas, que están más habitadas y son más urbanas. 

De esta forma, hay Estados que siempre suelen caer del lado republicano y otros que siempre caen del lado demócrata, con lo que los votos de los demócratas en los Estados republicanos o los de los republicanos en los Estados demócratas, realmente no cuentan mucho, porque como he dicho, el ganador se lo lleva todo. De ahí que se pueda ganar obteniendo menos votos que el rival, si se ha ganado en los Estados clave.

Y estos Estados clave son los que suelen oscilar entre el partido demócrata y el republicano: Florida, Ohio, Iowa, y más recientemente, Michigan, Pennsylvannia o Wisconsin. Quien consiga hacerse con la mayor parte de ellos, ganará las elecciones.


Lo mismo ha sucedido en estas elecciones. En algunos Estados, Biden ganó por una diferencia de apenas 3 puntos, como Michigan o Nevada, y en otros, por una diferencia de un punto o menos.

Así, se llevó Arizona (11 votos electorales) por apenas 3 décimas (49,4% frente al 49,1%), Carolina del Norte (15 votos electorales) por poco más de un punto (50% frente al 48,7%), Georgia (16 votos electorales) por poco más de dos décimas (49,5% frente al 49,26%), Pensilvania (20 votos electorales) por poco más de un punto (50% frente al 48,8%), y Wisconsin (10 votos electorales) por poco más de medio punto (49,5% frente al 48,9%).


De todos modos esto no hace más que poner de relieve la injusticia del sistema electoral. Así, con una diferencia de 7 millones de votos, resulta que al final las elecciones se resuelven por 4 Estados donde la diferencia es mínima. Finalmente Biden logró 306 votos electorales por los 232 de Trump. 

De hecho, si hiciésemos el cálculo y los Estados donde hubo menor diferencia (Arizona, Georgia, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin) hubiesen caído del lado de Trump, el resultado habría sido que Trump se habría declarado ganador al obtener 72 votos electorales más (304) y Biden habría perdido al obtener 72 votos electorales menos (234), cuando la diferencia en todo el país del número de votos seguiría muy cercana a los 7 millones a favor de Biden.



Viéndolo así, y teniendo en cuenta que en muchos de esos Estados iba ganando Trump antes de que se empezase a contar el voto por correo, es normal que este solicitase recuentos ante victorias tan ajustadas. Pero una vez que se han realizado y se han certificado los resultados, debería haber dado su brazo a torcer y reconocer la derrota.

En estas elecciones ha habido una particularidad especial, y es que la participación electoral ha sido de las mayores que se recuerdan, superior al 66%. A simple vista no parece mucho, pero si tenemos en cuenta que en EEUU hay que registrarse para votar y que en ocasiones no votaba ni siquiera el 50% de la población, el dato es histórico. De hecho, no se superaba el 60% de participación desde los años 60.

Una de las razones por las que ha aumentado tanto la participación ha sido la pandemia, que ha impulsado a muchos a solicitar el voto por correo. Históricamente, los partidarios del partido demócrata han utilizado más esta forma de voto, razón por la cual Trump ha aprovechado para cargar contra ella, acusándola de fraude y de robarle las elecciones.

De hecho, cuando empezó el recuento, primero se contaron los votos en urna, y después los votos llegados por correo. Por esta razón, al principio parecía que iba ganando Trump en muchos de los Estados clave, pero cuando se empezaron a contar los votos por correo, Biden les fue dando la vuelta. Se hizo viral un tuit de Trump pidiendo que parasen el recuento (alegando que había sospechas de fraude en el voto por correo), y no fueron pocos los que realizaron memes al respecto para demandar la paralización de recuentos cuando les conviniese. Así por ejemplo el Southampton publicó el mismo mensaje que Trump aprovechando que en ese momento iban líderes en la Premier.


Trump intentó demostrar en varios juzgados que había habido fraude en el voto por correo, llegando a obligar a recontar los votos, pero sin aportar ninguna prueba, con lo que todas sus demandas fueron rechazadas por los tribunales. De hecho, muchas de sus publicaciones en redes sociales fueron marcadas como sospechosas de difundir información falsa por los administradores de estas redes.

En su locura total, Trump llegó a realizar una llamada de una hora de duración al secretario de Estado de Georgia, territorio donde la diferencia de voto entre el partido demócrata y el republicano fue mínima, para "informarle" de todas las manipulaciones de voto que se habían realizado en el Estado y demandarle una investigación para eliminar los votos fraudulentos y declarar la victoria en el Estado del partido republicano.

El secretario de Estado de Georgia, republicano, además de grabar la conversación y después filtrarla a la prensa, le contestó que habían realizado sus propias investigaciones y que habían determinado que todas las acusaciones a las que se refería Trump, no tenían ningún sustento.



Entre otros, los compañeros de Maldito Bulo han ido desmontando varias de estas teorías que hablan de fraude electoral. Por ejemplo, que se contabilizasen más votos por correo que los que se emitieron realmente, que se sumasen más votos a Biden de los que realmente obtuvo (aquí y aquí), que hubo más participación que la del censo electoral (aquí, aquí y aquí), o que se contabilizasen votos de personas fallecidas (aquí y aquí), entre otras.

También se hizo viral una supuesta portada de "The Washington Times" que daba la victoria a Al Gore sobre Bush, para hacer ver que aunque se diese la victoria a Biden podían equivocarse y que realmente hubiese ganado Trump. Lo cierto es que esa portada fue alterada, pues en realidad publicaron que Bush había ganado.


Asimismo, se difundió algo aún más inverosímil, que la ministra española de Exteriores al hablar de Biden se había equivocado y había dicho Bin Laden. A cualquiera que lo oiga le chirría, más viniendo de la ministra de Exteriores. Pues obviamente es un bulo, no sucedió, se lo inventaron.

Para que nos demos cuenta de una vez del verdadero peligro que sufrimos con las Fake News, y lo importante que es atajarlas. En ese sentido va la propuesta que presentó el gobierno de Sánchez, y es una vergüenza que la oposición diga que es para acallarles, cuando cualquiera que se lea la propuesta legislativa puede ver a las claras que no va contra críticas, sino contra campañas de desinformación programadas. A ver si nos enteramos de una vez que tenemos derecho a una información veraz, y que a quien miente y desinforma a sabiendas, no hay que darle una palmadita en la espalda, sino perseguirle por tergiversar e incitar a la confusión, pues sus intereses no son inocentes, como podrían ser portales cómicos tipo "El Jueves" o "El Mundo Today", sino que tienen intereses de desestabilización muy marcados, en ocasiones al servicio de potencias extranjeras, no seamos ingenuos.


Volviendo a la pelea de Trump por demostrar el fraude en los tribunales, todos dijeron que no había nada, incluido el Tribunal Supremo, y eso que recientemente Trump había conseguido que se aprobase la nominación de varios jueces de ese tribunal. 

Recordemos que los jueces del Tribunal Supremo de EEUU lo son a perpetuidad, hasta que fallezcan o renuncien, y que cuando se produce una baja, es el Senado de EEUU quien tiene que elegir a un nuevo juez. En total son 9, y durante el mandato presidencial de Trump se han producido tres vacantes, que él ha aprovechado para completar con jueces que estima que son de su perfil (conservadores), y como el Senado es mayoritariamente republicano, no ha tenido problemas en lograr su aprobación. 

La última se produjo muy recientemente, y fue muy controvertida porque lograba una mayoría conservadora en el tribunal de 6 jueces contra 3 estimados progresistas, con lo que se podrían revisar leyes que hasta ahora se habían dado por buenas. Muchos demandaban a Trump que esperase a nominar a después de las elecciones al estar tan cerca la fecha, pero él dijo que estaba en su derecho, y razón no le faltaba. De hecho Obama intentó una nominación también en su último año de mandato, y el senado de mayoría republicana la bloqueó. Es decir, que quien controla el senado, logra la nominación o no de los jueces, según le interese.


Para que luego digamos que el sistema judicial en EEUU es mejor al ser a perpetuidad. Pues va a ser que no, está igual de politizado que en España, donde al menos se requiere un consenso entre los grandes partidos políticos. Otra cosa es que el PP se niegue a la renovación mientras Podemos siga en el gobierno y que la reacción de Sánchez sea proponer una reforma para poder renovarlo sin contar con el PP. Es obvio que la posición de Casado es infantil, pero la reforma propuesta es lamentable, y no creo que tenga mucho recorrido.


Volviendo a las elecciones de EEUU, ya en campaña varios líderes republicanos se habían pasado a apoyar a Biden, como Colin Powel, John Kasich, o la viuda de John McCain. Después de que quedase claro que Biden había ganado, anunciándolo varias cadenas de televisión, entre ellas la conservadora Fox,  otros líderes republicanos le felicitaron, como Mitt Romney, Jeb Bush, o el ex presidente George Bush. Es decir, que en la locura de denunciar fraude en las elecciones, a Trump le quedan cada vez menos apoyos incluso dentro de su propio partido o de los medios de comunicación afines.

Aun así, el apoyo con el que cuenta sigue siendo grande, como quedó demostrado con el asalto al Congreso y al Senado que realizaron sus seguidores, espoleados por sus denuncias de fraude, cuando se estaban certificando los votos para nombrar a Biden presidente. La policía se vio sospechosamente desbordada. Hay quien alega que si los manifestantes hubiesen sido de "Black Lives Matter", el movimiento de protesta contra la muerte de ciudadanos negros a manos de la policía, estos no hubiesen dudado en disparar. Puede que no les falte razón. Otros alegan que los policías se retiraron voluntariamente. Lo cierto es que resulta increíble que edificios tan importantes para la vida política de un país tan poderoso como EEUU puedan resultar tan fácilmente accesibles para unos manifestantes. Algo falló en el sistema de seguridad, lo que tuvo consecuencias fatales, pues hubo cinco muertos, y dio una imagen lamentable del país.


(Alguno de los seguidores de Trump que entró en el Congreso portaba la bandera confederada. Foto: ABC.es)


Finalmente se pudo celebrar la votación del Congreso y el Senado para certificar los resultados. En el debate se habló de las acusaciones de fraude, y muchos republicanos votaron en contra de reconocer los resultados, alineándose de esta forma con Trump. En concreto, hasta 8 senadores republicanos y 139 congresistas republicanos votaron a favor de objetar los resultados en Arizona o Pensilvania. Conviene recordar que el partido republicano contaba en el momento de la votación con 51 senadores y 211 congresistas. Es decir, casi una quinta parte de los senadores y más de la mitad de los congresistas con los que cuenta el partido se alinearon con las tesis de Trump de poner en duda los resultados en algunos Estados. Entre ellos destaca el senador Ted Cruz, que fue rival de Trump en las primarias de 2016. Por el lado contrario, votaron en contra de las objeciones senadores republicanos importantes como Marco Rubio (rival también de Trump en las primarias de 2016) o Mitt Romney (candidato republicano y rival de Obama en las elecciones de 2012).

Históricamente dichas votaciones eran consideradas una mera formalidad consistente en convalidar los resultados electorales certificados por los Estados, pero con la actitud de Trump se convirtieron en una prueba de fuego en la que los senadores y congresistas republicanos tenían que elegir entre la lealtad a Trump, o su compromiso con la Constitución y el respeto a los resultados electorales. Sin duda sirvió para ver dónde se posicionó cada uno.

También hubo presiones de Trump a Pence, el vicepresidente, para que anulase dicha convalidación en calidad de su posición como presidente del senado, alegando las objeciones a los resultados electorales. Afortunadamente Pence mostró más sentido común que Trump y cumplió con su deber constitucional. Es más, fue uno de los que llamó a la guardia nacional para ayudar en el desalojo de los manifestantes que habían ocupado el Congreso y el Senado, ante la inacción de Trump que hacía declaraciones contradictorias en Twitter diciendo que los manifestantes tenían razón pero que se fueran a casa.

Todo el jaleo montado en el Congreso y el Senado ha escandalizado sobremanera a muchos en EEUU, hasta el punto de que algunos congresistas demócratas hayan anunciado que están preparando un nuevo proceso de impeachment (destitución) a Trump. Recordemos que el anterior impeachment motivado por las presiones de Trump al presidente de Ucrania para que investigase al hijo de Biden (es decir, utilizar su cargo para provecho personal arriesgando relaciones exteriores con otro país), fracasó porque la mayoría republicana del Senado votó en contra (con la excepción honrosa de Mitt Romney).

Este nuevo impeachment, precipitado por las declaraciones peligrosas de Trump que ponen en cuestión la democracia en EEUU y sobre todo por su incitación a las protestas, podría tener más éxito, puesto que ahora los demócratas controlan el Senado. Es una cámara que se va renovando parcialmente, y en la última ocasión, acontecida el 5 de Enero, los 2 senadores por Georgia pasaron a ser demócratas, cuando antes eran republicanos (aunque aún han de tomar posesión). Tal vez se deba en parte al empeño de Trump de poner en duda los resultados en Georgia que podría haber desmotivado a los suyos de ir a votar. Sea como sea, con estos dos nuevos senadores demócratas, la Cámara queda igualada (50 senadores republicanos y 50 senadores demócratas), pero en el desempate el voto de calidad es del vicepresidente del gobierno, y al haber ganado las elecciones el partido demócrata, el vicepresidente, o más bien vicepresidenta, será del partido demócrata. Esto es de vital importancia, pues el Senado tiene capacidad de bloqueo para muchas de las leyes impulsadas por la presidencia. Es lo que le sucedió a Obama que tenía un Senado en contra. Ahora Biden con un Senado favorable, podrá impulsar su legislación sin demasiados problemas.


(Los dos nuevos senadores demócratas de Georgia en una imagen de campaña. Foto: The New York Times).


En cualquier caso, de producirse la votación sobre el impeachment, sería en el tiempo de descuento de la presidencia de Trump, con lo que no afectaría mucho. No es de descartar que algún republicano votase a favor, como ya hizo Romney previamente. Aun así necesitarían al menos el voto de 17 senadores republicanos, pues se necesita que el proceso de destitución se apruebe por dos tercios de la cámara. Pero sin duda sería un acto contundente ante la irresponsabilidad de un presidente. De hecho, tal es el lío que se ha montado, que Trump ya ha salido diciendo que condena lo sucedido en el asalto y que efectuará una entrega ordenada del traspaso del poder, aunque no irá a la ceremonia. Se comenta que sus abogados le han aconsejado en ese sentido, ante posibles problemas legales por incitar a la revuelta.  Además, está planteándose hasta auto-perdonarse a sí mismo de cualquier delito que hubiese podido cometer, un auto-indulto. Algo que nunca ha sucedido en la historia de EEUU (que un presidente se auto-indulte a sí mismo). Pero qué se puede esperar de un presidente que recomienda inyectarse lejía para acabar con el coronavirus. No se da cuenta de que está en una posición de poder y que ha de actuar con responsabilidad pues es un referente para muchas personas que le toman como ejemplo, y no hablar como si estuviese en la barra de un bar donde no tiene ninguna importancia lo que uno diga.

Hasta Twitter le ha suspendido la cuenta, y Facebook se la ha bloqueado, por considerar que incita a la confusión y al desorden. Muchos de su equipo de gobierno y asesores están dimitiendo. Otros se fueron antes y escribieron libros en los que Trump no salía muy favorecido, como Bolton, ex asesor de seguridad nacional.

Los demócratas intentaron convencer a Pence de que activase la 25ª enmienda y declarase incapacitado al presidente, pero no parece que esté por la labor. El objetivo de los demócratas, más allá de echar a Trump, sería prevenir posibles acciones que obstaculizasen la presidencia de Biden e impedir que Trump se pudiese volver a presentar a las elecciones, pues de prosperar la destitución, quedaría imposibilitado para ejercer cargo público. De hecho, la presidenta de la Cámara de representantes, Nancy Pelosi, ha solicitado que se le retire a Trump el acceso a los códigos de lanzamiento nuclear.

El senador Bernie Sanders, antes de las elecciones, ya advirtió magistralmente de los problemas que podría haber en el recuento y de la reacción que podría tener Trump en caso de perderlas.


Es curioso ver cómo algunos califican la toma del Congreso como golpe de Estado, y otros achacan que digan eso cuando ellos mismos promovieron un "Rodea el Congreso". No creo que ambas acciones sean equivalentes, pero en cualquier caso está claro que si la acción del pasado 6 de Enero hubiese estado protagonizada por manifestantes demócratas y fuese un presidente demócrata el que hablase de elecciones amañadas, las reacciones habrían sido muy diferentes. Lo mismo de siempre. Según quién haga algo, se reacciona de una forma o de otra.

Más preocupante es que encuestas realizadas tras el asalto muestren que una gran mayoría de los votantes de Trump le siguen respaldando. El Partido Republicano ya empezó a descarrilar con el Tea Party y Sarah Palin, y Trump acabó de rematar la faena. Veremos si sigue en la oposición o si el partido es capaz de recomponerse y dejarle fuera. Sin duda habrá intentos para lograr una alternativa a Trump, pero la duda está en si los votantes del partido apostarán por ella o seguirán en la línea mantenida hasta ahora, ya sea personificada en Trump o en alguien similar.


Queda por ver cómo se comportará el gobierno de Biden. Por lo pronto, es probable que ponga medidas más duras para combatir la pandemia, que vuelva al Acuerdo de París contra el cambio climático, que mejore el sistema de salud, que sea menos duro contra la inmigración ilegal, que se vuelva a acercar a sus socios de la UE y la OTAN, que retome una política de apaciguamiento con Cuba, Irán y China, que retire el apoyo a la guerra de Yemen, y que sea algo más duro con Rusia, Arabia Saudí e Israel.


Para mí la gran incógnita será Afganistán. Si continúa con la política de Trump de salida del país, o si por el contrario decide que las tropas permanezcan en él. También habrá que ver si continúa la senda de Trump respecto a Corea del Norte de diálogo, o si vuelve a la época de duras sanciones. En estos dos casos hay que reconocerle a Trump la valentía por intentar llegar a una salida de una situación que estaba enquistada, al igual que la firmeza que ha mostrado contra Irán o China. No así lo condescendiente que ha sido con Rusia, Arabia Saudí e Israel. Sin duda son 3 países que pierden mucho con su salida.

Uno de los últimos actos de Trump ha sido la de impulsar acuerdos de reestablecimiento de relaciones diplomáticas entre países árabes e Israel, como Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Sudán o Marruecos, en ocasiones a cambio de pretensiones de algunos de estos países. Por ejemplo a Sudán le sacaron de la lista de países patrocinadores del terrorismo, y a Marruecos le reconocieron sus pretensiones sobre el Sáhara Occidental.

En realidad estos acuerdos no significan gran cosa, porque hacía tiempo que los países árabes se habían olvidado de Palestina y tenían relaciones aunque fuesen encubiertas con Israel. Esto no hace más que certificarlo. Lo cual es positivo en cuanto que normaliza una situación, pero negativo en cuanto que dichos acuerdos no suponen ningún apoyo para Palestina, más bien al contrario, se va quedando sola sin nadie que la apoye.

De hecho Arabia Saudí no se atreve por el momento a normalizar relaciones con Israel debido a que si lo hiciese, muchos se lo reprocharían inmensamente al no haber logrado nada para Palestina. Recordemos que Arabia Saudí es un referente para el mundo árabe y el mundo musulmán, al estar allí las ciudades santas de esta religión. No obstante, ya ha acabado su disputa de cerca de 3 años con Qatar que mantenía con Egipto y Emiratos como principales aliados, tal vez para apaciguar los ánimos de la nueva administración que entra en EEUU y para allanar el terreno hacia un posible restablecimiento de relaciones diplomáticas con Israel.


De todos modos, aunque no lo normalice, todo el mundo sabe que van codo con codo con Israel, y que a Palestina solo le está quedando como apoyo Irán y Turquía, precisamente dos países que no son árabes. Habrá que ver cómo evoluciona el conflicto israelí-palestino. También dependerá de si Netanyahu consigue mantenerse o no en el poder. Pero como siempre, no pinta nada bien para Palestina. Al igual que el Sáhara que se está quedando cada vez más sin apoyos, pese a tener la razón.

Por otra parte, la situación en Venezuela sigue enquistada, y no parece que vaya a dejar de estarlo. No veo a Biden haciendo una política muy diferente de la de Trump en este sentido.

Un tema que se debatió mucho en campaña fue el de Black Lives Matter, el movimiento de protesta contra la violencia policial ejercida contra los negros, que derivó en disturbios en varias ciudades. Veremos cómo Biden afronta el problema, pero no es nada sencillo que de un día para otro la policía pase a comportarse de una manera diferente, ni que deje de haber disturbios cuando esto ocurra.

1 comentario:

Anónimo dijo...


Fue Simone Weil la que dijo que todos los partidos políticos eran totalitarios en sus aspiraciones y que la única razón que tenían para no serlo era que los que tenían enfrente aspiraban a lo mismo y, a menudo, con mas medios-

Lo hemos visto con Trump. De momento se ha librado la democracia pero ¿Y la próxima vez? Porque no se trata de si le han robado las elecciones o no. Esto va de que no puede soliviantar a la gente. Porque esta se salta las leyes.

Y son las leyes las que nos protegen. Si te han robado las elecciones convoca manifestaciones fuera de donde estén nuestros representantes. Lo hagan mejor o peor. Esto es lo que trae rodear Congresos y gritar "lo llaman democracia y no lo es".

Ya sabemos de los poderes fácticos y también del de la calle. De dictaduras descaradas o enmascaradas, Necesitamos a las instituciones para que nos protejan de los utilizapueblos.