Luis Rubiales ha pasado de ser alguien conocido únicamente entre quienes seguíamos el fútbol, a ser conocido en toda España. Y no precisamente por algo bueno, sino por su negativa a dimitir y su cerrazón a aferrarse al cargo cuando todo el mundo le instaba a dimitir.
Después de que la selección española femenina de fútbol lograse un hecho histórico, alzarse con la copa del mundo, y en medio de la celebración, a Luis Rubiales, presidente de la federación española de fútbol, no se le ocurrió otra cosa que plantar un beso en la boca a una jugadora, al parecer sin su consentimiento. En un principio, él alegó que fue producto de la euforia, y que se había equivocado.
Pero como las explicaciones no parecieron suficientes, y entre otras cosas se alegó que se había presionado a la jugadora para que quitase importancia al asunto o dijese que fue consentido, pues la bola fue creciendo. Cuando parecía que no le quedaba otra salida que dimitir, en una asamblea de la federación que había convocado sobre la marcha, y viendo que muchos de los asistentes a dicha asamblea (presidentes de clubes, de federaciones territoriales, árbitros, representantes de jugadores, entrenadores...) le habían ido retirando poco a poco su apoyo hasta ese momento incuestionable, Rubiales decidió ser Rubiales, y enrocarse en el cargo acusando a los medios de cometer un "asesinato" contra su persona, y diciendo que el beso fue consentido. Su madre ha salido en su apoyo y se ha puesto en huelga de hambre encerrándose en una iglesia.
Rubiales ya tiene varias denuncias, y la FIFA decidió intervenir apartándole del cargo durante 90 días, pues el asunto traspasó las fronteras nacionales para convertirse en noticia internacional. El gobierno español poco puede hacer, pues para retirarle del cargo debe suspenderle el Tribunal Administrativo Deportivo (TAD), probando que cometió una falta muy grave, y aún está pendiente de que emita la resolución.