jueves, 30 de diciembre de 2021

Quinta y Sexta ola del Coronavirus

 Ya en verano con el fin de las restricciones comenzaron a aumentar mucho los casos, pero el gobierno decidió no intervenir alegando a la vacunación, y efectivamente, a medida que esta fue avanzando, los contagios se fueron reduciendo. Sin embargo ahora, con la variante omicron que es mucho más contagiosa, los contagios se están disparando, y el estar vacunado parece que no salva de contagiarse, solo (que no es poco), de no desarrollar síntomas severos, al menos para la gran mayoría.


(Como se puede comprobar en la gráfica, en la primera ola (marzo-abril 2020) hubo muchos menos contagios pero fue mucho más severa porque no se sabía como actuar ante ella. Después, en verano, al relajarse las restricciones, comenzó la segunda ola, que apenas remitió a finales de año, coincidiendo otra vez con la relajación de las restricciones, para volver a comenzar a subir los casos en el puente de diciembre entrando de lleno en la tercera ola en enero de 2021, con una situación bastante crítica de nuevo y al borde del confinamiento, ya que aún no habían llegado las vacunas. Después llegó la cuarta ola cuando estaba comenzando a vacunarse la población más vulnerable, y luego en verano como comentaba, la quinta ola que a pesar del alto número de contagios no incidió tanto al avanzar la vacunación, como ahora está sucediendo con la sexta pese a romper el récord de contagios).

No obstante, pese a que la situación en los hospitales no es tan grave como al principio de la pandemia, no por ello debería dejar de preocupar el altísimo número de contagios diarios, ya que aunque la mayoría sean asintomáticos o tengan síntomas leves, altera su vida en forma de cuarentena o de reducción de contactos.

El gobierno, desde que finalizó el estado de alarma, no ha querido saber nada, y ha cedido toda potestad a las comunidades autónomas, con toda la desorganización que eso supone, habiendo medidas diferentes en cada comunidad, sujetas a la interpretación de cada tribunal autonómico. Tomar medidas restrictivas siempre es impopular, y más aún en navidades, y por eso les cede la patata caliente a las CCAA, máxime cuando el Tribunal Constitucional ha dictaminado que el estado de alarma fue inconstitucional y que debería haberse aplicado el estado de excepción. Por no hablar de otras incoherencias como el mezclar vacunas cuando antes decían que con una de Janssen bastaba, o las vueltas que se han dado y se siguen dando con el asunto de las mascarillas.


En mi opinión ha habido una relajación excesiva en la población al pensar que una vez vacunados ya no hay riesgo, y el fin de las restricciones no ha ayudado a combatir dicha relajación. Cosas tan básicas como el límite de aforos o el toque de queda para evitar amplias concentraciones de gente deberían estar en vigor en todo el territorio nacional, y no a la voluntad de cada gobierno autonómico o cada tribunal autonómico. Y para los que sufren esas restricciones, como la hostelería o las salas de espectáculos, ayudas económicas mientras no puedan desarrollar su labor con normalidad.

Lo mismo con el pasaporte COVID, que lo veo de gran utilidad, no tanto para evitar contagios, sino para forzar a la gente que aún es reacia a que se vacune. Seguro que despierta recelos en algunos y protestas como ya hemos visto en otros países como Francia o Italia, pero si no queremos declarar la obligatoriedad de la vacuna, este podría ser un buen método para empujar a la gente a vacunarse.

 Aunque es cierto que España tiene mayor índice de vacunación que otros países, aún sigue habiendo gente contraria, y no son solo los antivacunas o conspiracionistas, también los hay quienes no quieren vacunarse porque temen más a los efectos de la vacuna que al propio virus. Pienso que en parte se debe a que no han tenido cerca a alguien al que la enfermedad le ha llevado por delante o dejado muy tocado, o a que esa persona es joven y piensa que no le va a afectar demasiado.


Sea cual sea el motivo, lo cierto es que al no vacunarse se pone en riesgo a sí mismo y a los que están alrededor, ya que según varios estudios tienen muchas más probabilidades de contagiar que los que sí que están vacunados.

Por ello, para empujar la vacunación en ese colectivo, creo que sería muy útil exigir el certificado COVID para cosas tan variadas como entrar a bares y restaurantes o utilizar el transporte público (por ejemplo instalando un lector automático de código QR de forma que haya que pasar por él el certificado cada vez que se accede). Al final, para no tener que estar pagando tests cada vez que quisiesen entrar en algún sitio, muchos se acabarían vacunando, y los contagios bajarían.


(En Francia e Italia está mucho más extendida la obligación de presentar el certificado de vacunación que en España, donde depende de cada comunidad autónoma y de su tribunal autonómico).


No obstante, no deja de ser curioso que el año pasado estábamos deseando que llegasen las vacunas, y ahora que han llegado, hay gente que no se fía de ellas porque dicen que se han desarrollado muy rápido y no son fiables. Si este fuese el caso, no les habrían dado la autorización para comercializarse. Y precisamente el desarrollo tan rápido ha venido causado por el gran impacto global que ha tenido el virus no solo en la salud de las personas, sino también en la economía, para tratar de paliar la crisis económica a través de un desarrollo rápido de las vacunas. Recordemos la caída global en la producción y el comercio, que aún estamos sufriendo en forma de incremento de precios y falta de suministros ya que ha aumentado la demanda pero la oferta todavía no se ha recuperado.

Aún queda un largo camino, porque hay muchos países pobres que siguen sin vacunas, y el mundo de hoy es global, con lo que sí que nos afecta lo que sucede en otros países al haber mucho movimiento de personas entre países. Esperemos que a medida que los países ricos avanzan en la vacunación y en la dosis de refuerzo, se vayan animando a ceder vacunas a los países pobres, y que las nuevas vacunas que se están desarrollando actualmente puedan ayudar en esta situación.


(En esta imagen se puede observar cómo las dosis de vacunación administradas en África o ciertos países de Asia son mucho menores que las administradas en Occidente).

Lo más probable es que el virus no desaparezca, pero sí que lo haga su virulencia, al estar la mayor parte de la población inmunizada, ya sea porque ha pasado la enfermedad o por estar vacunada, y por tanto se convierta en una gripe más, como las que ya existen hoy en día, y que algunas personas tengan que vacunarse todos los años contra este virus, como ya hacen con la gripe.

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