lunes, 13 de mayo de 2024

Boicot a Israel como única forma de presión para lograr la paz

 Israel sigue ultimando el asalto final a Rafah pese a la oposición de EEUU, quien ha anunciado que podría dejar de suministrarle armamento ofensivo, y pese a que Hamás habría aceptado una propuesta de alto el fuego planteada por Qatar y Egipto.

La pregunta que nos tendríamos que hacer es ¿por qué? ¿Por qué Israel sigue empeñado en atacar Rafah pese a que Hamás ha aceptado una propuesta de tregua y pese a que no cuenta con el apoyo de su mayor aliado, EEUU?

La respuesta es a la vez sencilla y compleja. Empezando por la parte sencilla, el gobierno israelí no tiene como prioridad liberar a los rehenes secuestrados por Hamás, ni tampoco llegar a una paz duradera con los grupos palestinos, ya se denominen Hamás, Yihad Islámica, Al Fatah, o el Frente Popular por la liberación de Palestina. 

¿Entonces qué es lo que busca el gobierno israelí? Según alegan, acabar con Hamás por la fuerza bruta, para que un ataque como el del 7 de octubre no se vuelva a repetir. Y si para ello tienen que asaltar Rafah, pese al inmenso peligro que corren los civiles atrapados allí y las escasas posibilidades que tienen de ponerse a salvo y de recibir ayuda humanitaria, no le temblará el pulso en hacerlo, aunque eso signifique también que EEUU pueda empezar a bloquear la ayuda que proporciona a Israel.

Podría parecer comprensible que quieran acabar con Hamás, dada la brutalidad del ataque del 7 de octubre, para asegurarse, como afirman, de que algo así no se vuelva a repetir. Pero es que atacar Rafah no garantiza que vayan a acabar con Hamás. E incluso aunque lo "consiguiesen", entendiendo por ello acabar con los máximos líderes de Hamás, como Yahya Sinwar, líder de Hamás dentro de la franja de Gaza y al que se considera como ideólogo y líder en la sombra de los ataques del 7 de octubre, eso no garantiza que en un futuro Hamás u otro grupo de ideología similar surgiese entre la población palestina y llevase a cabo un ataque similar o peor que el del 7 de octubre.


Lo único que garantizaría la paz de Israel con los palestinos sería que Israel reconociese al Estado palestino, acordasen una delimitación de las fronteras, y cesase la ocupación en Cisjordania. Con algo así, la mayoría de los palestinos estarían dispuestos a convivir, y aquellos que siguiesen abogando por la destrucción de Israel, cada vez serían menos y más aislados. Incluso Hamás ha dicho que de darse el caso dejarían las armas para convertirse en un partido político.

Pero el problema es que el gobierno israelí no quiere reconocer al Estado de Palestina, ni cesar la ocupación en Cisjordania. ¿Por qué? Pues básicamente porque es un gobierno extremista. Y aquí es donde la explicación de por qué insiste en atacar Rafah pasa a ser de simple a compleja. Para entender al gobierno israelí hay que entender su historia y los grupos políticos e ideológicos que lo sustentan. Y eso pasa por entender qué es el sionismo.

El sionismo es una ideología política teorizada principalmente por Theodor Herzl, un judío austrohúngaro del siglo XIX. Él abogaba por definir a los judíos como un pueblo, una nación, en vez de como a una minoría religiosa. Un pueblo, una nación, sin territorio, que estaban dispersos a lo largo del mundo, pero principalmente en Europa y Oriente Medio. Un pueblo que compartía una historia, una tradición, y una lengua como el hebreo, que aunque no la hablaban, la leían en liturgias religiosas. Y alegaba que ese pueblo debía volver a la tierra prometida en la biblia, a Judea, y fundar allí el Estado de Israel.

Al principio, esta ideología se encontró con una resistencia notable dentro de la comunidad judía en Europa. Muchos judíos se veían a sí mismos como una minoría religiosa, pero se consideraban alemanes, polacos, húngaros, rusos, británicos...y para nada pensaban que debiesen renunciar a su nacionalidad para abrazar la nacionalidad judía.

El sionismo era y es, principal y fundamentalmente, un movimiento nacionalista, de reafirmación nacional judía, rechazando las diferentes nacionalidades que pudiesen tener por habitar en un país o en otro. Y para otorgarle coherencia y razón de ser, abogaba por asentarse en Palestina y recuperar el hebreo como lengua hablada.

Y de hecho, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, hubo judíos que convencidos por esta ideología, comenzaron a realizar este proceso y asentarse en Palestina. También hay que tener en cuenta el ambiente de la época, donde el antisemitismo era bastante fuerte en Europa y en Rusia. Por ejemplo el caso Dreyfus en el que un capitán francés judío fue acusado y condenado erróneamente por espionaje, fue muy polémico en su momento, con el célebre artículo de Émile Zola titulado J'accuse, en el que denunciaba la injusticia que se había producido con este capitán del ejército.

Y por supuesto las políticas antisemitas de la Alemania nazi acabaron por reforzar la ideología sionista como forma de reacción ante la discriminación y el exterminio que sufrieron los judíos en Europa.

Dentro del movimiento socialista también hubo notables sionistas, que abrazaron esta ideología con entusiasmo, reafirmando el carácter nacional del pueblo judío, y en muchas ocasiones renunciando al carácter religioso del mismo, siendo muchos de ellos ateos convencidos. Cuando llegaron a Palestina fundaron los famosos kibutz, comunas agrícolas donde vivían y trabajaban juntos, que fueron muy importantes en los primeros asentamientos sionistas en Palestina.

Pero dentro del sionismo también están los radicales religiosos, llamados revisionistas, que quieren ocupar todo el territorio concedido por Dios a su pueblo, según la biblia, lo que se conoce como el Gran Israel. Es decir, no se conforman con el Israel que se formó en 1947 con la resolución de Naciones Unidas, ni con los territorios que han conseguido a lo largo de sucesivas guerras, sino que buscan consolidarse, abarcando la península del Sinaí, Gaza, Cisjordania, y Jerusalén Este.

Todo esto resulta capital para entender la mentalidad del gobierno israelí actual. Al sionismo, y en especial al sionismo revisionista, le importa por lo general bastante poco las personas que estaban viviendo en Palestina antes que ellos, se consideran con derecho a estar en esa tierra, y si para ello tienen que expulsar o aniquilar a quienes ya estaban allí, no les preocupa en exceso.

Es cierto que hay judíos que están en contra del sionismo y de la política de apartheid que está realizando Israel con Palestina. Por citar un ejemplo, el grupo Voz Judía por la paz, afincado en EEUU. O, dentro de Israel, grupos que protestan contra las violaciones de los derechos humanos que comete el gobierno israelí sobre los palestinos, como la organización B'Tselem.

Y digo apartheid porque ya ha sido calificado así por muchos expertos y organizaciones de derechos humanos, en relación con la política que sigue el gobierno israelí con los territorios ocupados de Palestina.

Pero desgraciadamente estas voces son una minoría dentro de Israel. Parémonos un momento a observar el panorama político de Israel a lo largo de su existencia.

Desde 1949 a 1977, Israel estuvo gobernado por partidos sionistas de izquierdas, apoyados en partidos religiosos, dejando en la oposición al sionismo revisionista de derechas. Sin embargo, tras la guerra de Yom Kippur en 1973 en la que Israel estuvo a punto de perder, en las siguientes elecciones de 1977, los sionistas de derechas llegaron por primera vez al poder, apoyándose en los partidos religiosos. 

Durante los siguientes años hubo bastante igualdad entre los dos bloques, repartiéndose el poder, hasta que tras el asesinato del laborista Isaac Rabin por parte de un supremacista judío y el fracaso de negociación de un acuerdo de paz con los palestinos, a partir de las elecciones de 2001 la derecha comenzó a sacar cada vez más diferencia respecto al bloque de izquierda. 

(Isaac Rabin junto a Clinton y Arafat, en el momento en el que la paz entre israelíes y palestinos estuvo más cerca de lograrse).

Así es como llegamos al escenario actual, donde el partido de derechas Likud, de Netanyahu, obtuvo el 23% de los votos en las últimas elecciones, seguidos de partido centrista Yesh Atid, con el 18% y una serie de partidos de centro, derecha y religiosos. Tenemos que retroceder hasta las últimas posiciones para encontrar a los partidos de izquierda, sin llegar ninguno de ellos siquiera al 4% de los votos.

Es decir, el partido laborista, antaño gobernante indiscutible de Israel, ha quedado reducido a la mínima expresión, ante el auge cada vez mayor de la derecha y de los partidos religiosos. Esto obviamente no se ha producido de la noche a la mañana, sino a lo largo de décadas y por diferentes motivos. Al final no es otra cosa que una muestra de que la sociedad israelí se ha ido derechizando y radicalizando cada vez más. Ya la esperanza de cambio no es la izquierda, sino el centro, que no difiere tanto de la derecha respecto a la cuestión palestina.

Por eso, y para concluir la pregunta planteada al principio, el objetivo oculto del gobierno israelí en el ataque a Rafah, más allá de acabar con Hamás, podría ser el de volver a ocupar Gaza, territorio que abandonó en 2005 cuando estaba al frente de Israel Ariel Sharon (quien nos iba a decir que nos parecería un buen presidente comparado con el que tienen actualmente), para acercarse así un poco más al sueño del Gran Israel. De hecho, los apoyos que tiene el gobierno de Netanyahu, representados en Ben Gvir, ministro ultraderechista de Seguridad Nacional, y Bezalel Smotrich, ministro de finanzas, sueñan con la adquisición de este territorio por parte de Israel, y el hecho de parar la ofensiva, podría provocar que Netanyahu perdiese estos apoyos.

De este modo, cuando vemos que hay protestas en Israel contra Netanyahu, no nos tenemos que lleva a engaño y pensar que son por rechazo a lo que están realizando en Palestina, más allá de la situación de los rehenes. En cambio, se deben principalmente a cuestiones internas dentro de Israel.

Fundamentalmente, la sociedad israelí está dividida entre aquellos que quieren reforzar el carácter judío religioso del Estado (Netanyahu y sus aliados de derechas y de partidos religiosos), y aquellos que quieren preservar una suerte de laicismo y pluralismo en la sociedad israelí. Y para ello el campo de batalla es la corte suprema, a la que Netanyahu quiere restar competencias, mientras que la oposición se opone.

Por ejemplo, una cuestión que divide a la sociedad israelí, es la de los judíos ultraortodoxos, que hasta hace nada estaban exentos de realizar el servicio militar, obligatorio para todos los demás israelíes, sean hombre o mujer. Los judíos ultraortodoxos sólo se dedican a estudiar la Torá, y suponen el 12% de la población de Israel. De hecho, uno de los apoyos de Netanyahu en el gobierno es un partido que defiende los intereses de los ultraortodoxos, y si ahora les obligan a realizar el servicio militar a causa de una sentencia del tribunal supremo, podría perder este apoyo.

La sociedad israelí está adormecida respecto a lo que sucede en Palestina. La campaña militar la ven como algo lejano, o como algo necesario. No la cuestionan. Por eso no es extraño ver vídeos de soldados israelíes mostrando trofeos de guerra, como cuando incendian casas palestinas, o realizando bailes, como si no estuviesen destruyendo vidas humanas.


O por ejemplo, hay poca discusión en la sociedad israelí sobre los asentamientos israelíes en Cisjordania, que no es otra cosa que expandir el territorio israelí a la fuerza a costa del palestino, otorgando para ello subvenciones a los colonos israelíes que van a vivir allí, muchos de ellos ultrarreligiosos que creen estar colonizando la tierra prometida por Dios a su pueblo. Esta política que se viene realizando desde después de la guerra de 1967, al final lo que hace es socavar las posibilidades de consolidación de un Estado palestino, e ir ganando territorio para Israel poco a poco.

Mientras la mayor parte del mundo condena estos asentamientos ilegales, Israel hace oídos sordos a las resoluciones de Naciones Unidas que dicen que tiene que salir de esos territorios.

En 2005, sectores de la sociedad civil palestina lanzaron una campaña política llamando al boicot a Israel, inspirándose en la política de boicot a Sudáfrica por el régimen de apartheid. Esta campaña pretende que los ciudadanos de todo el mundo realicen un boicot comercial a las empresas que operan en Israel, especialmente aquellas que lo hacen en los territorios ocupados palestinos, contribuyendo con ello a la ocupación. Como la lista de empresas es gigantesca, se suelen centrar en aquellas que tienen mayor incidencia en la ocupación israelí, como las excavadoras de marca Caterpillar, usadas para demoler casas en territorio palestino, o las frutas y verduras israelíes que suelen proceder de territorio ocupado palestino.

Aparte de ese boicot comercial, se promueve un boicot cultural, presionando a universidades para que dejen de colaborar con sus homólogas israelíes, o a eventos deportivos o culturales para que dejen de invitar a equipos o delegaciones israelíes a participar en los mismos.

Uno podría pensar que qué culpa tiene una deportista israelí de la política de su país para que la veten en un evento deportivo internacional. Bueno, es una forma de presionar para que esa política israelí cambie, lo mismo que sucedió con Sudáfrica con el apartheid.

Las siglas de la campaña de boicot a Israel son BDS, que obedecen a las palabras boicot, desinversión y sanciones. En efecto, el boicot sería solo la primera fase, seguida de una desinversión de empresas extranjeras en Israel, y terminando con sanciones económicas y políticas al Estado de Israel.

Al final, cuando Israel hace oídos sordos a la comunidad internacional y se cree con derecho a hacer lo que le venga en gana en relación con los palestinos, la única forma de tratar de que cambie de parecer es precisamente aplicando presión a través de dicha campaña. Por ello tienen razón los estudiantes que están acampando en universidades de todo el mundo exigiendo que se corten los lazos académicos y de investigación con Israel, como ya han prometido hacer los rectores de universidades españolas, o las fuerzas políticas que llaman a romper relaciones políticas con Israel y a establecer sanciones, como ya han hecho algunos países como Colombia o Turquía. Porque al final es la única forma de que entiendan que el mundo no aprueba lo que están llevando a cabo.

Ha sido muy sonoro el caso de Eurovisión, donde pese a las peticiones de boicot a Israel por parte de no pocos sectores, los organizadores del evento no han cedido a la presión y han permitido su participación, alegando que no pueden excluir a alguien por motivos políticos. Curioso cuanto menos, pues sí que excluyeron a Rusia tras el ataque a Ucrania. Para colmo, el público europeo respaldó mayoritariamente a Israel en las votaciones. 

(En este gráfico se puede comprobar cuántos votos recibió Israel por parte del público de cada país. Como se puede ver, hay varios que le dieron el máximo posible, como España, Alemania, Portugal, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Suiza, Italia, Reino Unido, Australia, Suecia o Finlandia, mientras que otros como Austria, Irlanda, República Checa, Eslovaquia, Chipre, Albania o Rumanía le dieron la segunda máxima puntuación posible).

¿Cómo se explica esto? Pues hay varios análisis. El primero y más evidente es que el voto en Eurovisión no depende tanto de la canción en sí, como de intereses geopolíticos, como se demostró cuando ganó Ucrania tras ser atacada por Rusia, o como se ve cuando países con muchos lazos comunes se votan entre sí, como los balcanes o Grecia y Chipre.

Teniendo en cuenta por tanto el voto geopolítico, lo que cabría preguntarse es qué habría pasado si Palestina hubiese participado también en el certamen. ¿Cómo se habría repartido el televoto en dicho caso? Estoy bastante seguro de que el apoyo europeo a Palestina habría sido significativamente mayor que el otorgado a Israel. Sin embargo esa circunstancia no se dio, con lo que no podemos compararlo. Lo que parece bastante claro es que hay cierto sector de la población en Europa que simpatiza con Israel, alegando que tienen derecho a defenderse del ataque de Hamás, y poniendo el énfasis en el peligro islamista y en que "Israel es la única democracia en Oriente Medio".

Este análisis ventajista obvia la radicalidad religiosa de Israel, por una razón muy sencilla. Se trata de una radicalidad religiosa judía, y no islamista. Es decir, los que apoyan a Israel lo hacen no por simpatía hacia la religión judía, sino por animadversión hacia el Islam. Es el mismo motivo por el que apoyan los excesos hinduistas de Modi en India frente a las minorías religiosas (el Islam, pero también, ojo, el cristianismo), o por el que apoyan a guerrillas cristianas en países africanos frente a guerrillas islamistas, cuando al final ambas cometen los mismos crímenes a partes iguales.

Es la lógica simple del enemigo de mi enemigo es mi amigo. Y como para ellos el enemigo fundamental es el Islam, cualquiera que se le enfrente es bien recibido, poco importa que sea un fanático judío, hindú o cristiano.

En mi opinión, cualquier tipo de fanatismo es malo, ya sea musulmán, hindú, judío o cristiano. Y así como hay que denunciar el fanatismo islamista, también hay que hacerlo cuando se trata del judío, el hindú o el cristiano. 

Pero es que además, lo del "derecho a defenderse" debe tener sus límites. No es de recibo que Israel se defienda del ataque de Hamás como lo está haciendo. ¿Qué explicación dan los que apoyan a Israel para que el ejército israelí esté bloqueando la entrega de ayuda humanitaria? ¿Es que acaso valen más las vidas de civiles israelís muertos que las de civiles palestinos muertos? Hay quien podría asegurar que los civiles palestinos se merecen esto porque apoyan a Hamás. Pero es que entonces también se podría argumentar que los civiles israelíes se lo merecen por apoyar a su gobierno que sigue ocupando territorio palestino.

Está claro que al final en cualquier debate, siempre va a haber gente que apoye a un bando o a otro, independientemente de que esté muy claro quien es el que se está excediendo y quién no. Ha sucedido con Ucrania y Rusia, donde incomprensiblemente sigue habiendo gente que defiende a Rusia. También a día de hoy sigue habiendo gente que defiende el régimen de Corea del Norte, o la memoria de Stalin, Hoxha o Mao. Por no hablar de los que blanquean dictaduras de derechas como las de Salazar, Videla, Pinochet, Franco, o Mussolini.  Al final lo que sucede es que pese a que son una minoría, son muy ruidosos, y tienen en frente a una mayoría más bien silenciosa, lo que hace que parezca que son más de los que realmente son.

Y estoy convencido de que eso es lo que ha sucedido con el televoto europeo a Israel. Que al final una minoría de europeos que apoyan a Israel se ha coordinado para lanzar un mensaje de apoyo europeo a Israel, cuando con toda probabilidad, si se realizasen encuestas científicas de apoyo europeo a uno u otro bando, estoy convencido de que la inmensa mayoría de los europeos se posicionaría del lado palestino. Pero claro, no podían expresarlo votando en el certamen, y los actos de protesta y boicot no pasaron de lo anecdótico, con lo que al final se acabó dando una imagen de apoyo europeo a Israel que estoy seguro de que no corresponde con la realidad.


Israel cada vez está más aislada internacionalmente. De hecho, el gobierno de Netanyahu está preocupado porque el Tribunal Penal Internacional podría emitir una orden de captura contra él por no hacer lo suficiente para prevenir un genocidio en Gaza. Aunque esto no fuese muy efectivo, sí que limitaría a Netanyahu los movimientos, ya que no podría viajar a países que reconozcan la autoridad del tribunal. Es por ello que ha habido presiones al tribunal para que no emita esa orden. Algo del todo inaudito, y que demuestra una vez más que aquellos que son fuertes son quienes ostentan el poder, y no les importa recurrir a todo tipo de artimañas para salirse con la suya.


Espero que si Israel decide atacar finalmente Rafah de forma directa, la comunidad internacional reaccione al fin, y proceda a expulsar a Israel de certámenes culturales y deportivos, realice un embargo comercial y armamentístico a este país, y reconozca al Estado de Palestina. Tal vez sea mucho pedir, y seguramente no todos los Estados estarán por la labor, pero sería lo mínimo que correspondería realizar. No es de recibo que Israel tenga derecho a hacer lo que le venga en gana saltándose toda norma internacional sobre la guerra sin miedo a sufrir ninguna consecuencia.

Para ello ha sido claro el apoyo histórico que le ha otorgado EEUU. Este podría resquebrajarse, pero creo no equivocarme al pensar que Netanyahu está aguardando a las elecciones de noviembre en EEUU, confiando en que Trump salga de nuevo elegido, para continuar teniendo carta blanca en su ataque a Gaza, su política de colonización en Cisjordania, y quien sabe si en un posible futuro ataque a Irán. De todos es sabido que Trump no está a gusto con la política estadounidense hacia Irán y desea una línea más dura.

Quien piense que Trump es un político aislacionista y menos peligroso que los demócratas por querer centrarse en EEUU más que en otros conflictos internacionales, se equivoca. Lo que le sucede a Trump es que no ve a Putin como una amenaza, y se preocupa entre poco y nada por Europa o la OTAN. Pero en cambio es un ferviente defensor de Israel, y muy poco amigo de Irán o de China. Por lo tanto, lo único diferente de Trump respecto a los demócratas en EEUU, es que estos prestan más atención a Europa, Rusia o la OTAN, pero en lo demás no son tan diferentes, con lo que no descartaría que una vuelta de Trump al poder significase una época convulsa respecto a Irán y China. Por no hablar de cómo se podría envalentonar Rusia se Trump le deja vía libre en Ucrania y Europa.

Si esto sucede y Trump gana en EEUU y apoya a Israel, espero que al menos Europa sepa reaccionar y más allá de organizarse para defenderse frente a Rusia, sepa también llevar a cabo una política independiente de EEUU respecto a Israel y Palestina, y se posicione del lado correcto de la historia, que no es otro que el de exigir el fin de la ocupación del territorio palestino de Cisjordania y Jerusalén Este por parte de Israel. Está claro que a Israel hay que exigirle y presionarle para que se siente a negociar, y que lo ha de hacer en igualdad de condiciones frente a Palestina. Por eso, cuando partidos de derechas como el PP, o países como EEUU, condicionan su apoyo al reconocimiento del Estado Palestino a una negociación con Israel, lo que están haciendo realmente es que Israel pueda dilatar el proceso todo el tiempo que quiera, y negar a Palestina un papel relevante en dicha negociación.

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