domingo, 25 de abril de 2021

Los efectos secundarios de las vacunas frente al COVID-19

El caso de la vacunación de AstraZeneca está siendo un quebradero de cabeza. Primero empezaron administrándosela a los menores de 55 años porque decían que los ensayos en personas mayores de 55 años no eran lo suficientemente representativos como para garantizar que su administración iba a suponer una protección frente al virus.

Después, cuando los casos de trombosis como consecuencia de la administración de la vacuna empezaron a multiplicarse por todo el mundo, el gobierno decidió cancelarla para estos grupos de edad, y administrarla para los que tienen entre 60 y 69 años, alegando que las trombosis se producían como consecuencia de una respuesta del sistema inmunitario, y que en personas mayores no sucedería. ¿Cómo lo saben si no se les estaba administrando, y si previamente decían que no se la administraban a ese grupo de edad porque no se habían realizado los suficientes ensayos?


 (Gráfico de larazon.es)

En resumen, que la actuación del gobierno en la administración de esta vacuna está siendo un despropósito y una contradicción absoluta. Alegan que los casos de trombosis son muy raros y que los beneficios de inocularse la vacuna superan a los riesgos. Si esto es así, ¿por qué no dejan continuar vacunándose con AstraZeneca a los menores de 60 años?

En mi opinión deberían o bien suspender la administración de esta vacuna para todos los grupos de edad, o bien autorizarla para todos los grupos de edad, o bien permitir que los ciudadanos pudiesen elegir voluntariamente si quieren recibir o no esta vacuna (no es que ahora sea obligatorio vacunarse, sino que si alguien quiere vacunarse de AstraZeneca y es menor de 60 años, no podría hacerlo).

Contra esta última opción se suele argumentar que los ciudadanos no tienen por qué estar informados como si fuesen médicos o expertos, y que son las autoridades sanitarias quienes deben definir los criterios y no dejarlo a la libre voluntad. 

Si damos ese argumento por válido, nos quedamos con dos opciones, o cancelarlo para todos, o aprobarlo para todos. Pero separarlo por grupos de edad no tiene ninguna evidencia científica, como se ha visto. Si ha habido más trombosis en menores de 55 años es porque han sido a los únicos a los que se les ha administrado esa vacuna, y nada nos dice que no pase lo mismo con los mayores.

Y si atendemos al argumento estadístico, entonces deberíamos aceptarlo para todos, y no prohíbirlo para los menores de 55. Si no, ¿por qué están diciendo que se les cancela, si dicen que los beneficios superan a los riesgos?

Las estadísticas dejan de ser estadísticas cuando te tocan de cerca. Dicen que la probabilidad de sufrir trombosis por la administración de la vacuna está entre uno entre 100.000 y uno entre un millón, y que hay más probabilidades de sufrir trombosis por infección por COVID-19, tabaquismo, o por ingestión de píldoras anticonceptivas. 


(Gráfico: Antena 3)

El fallo que veo a este argumento es que la vacuna se administra a gente sana, no enferma, como medida de prevención, no de tratamiento, y por tanto se supone que te ha de ayudar frente a un mal, no causártelo.

Y precisamente si queremos que la gente confíe en las vacunas, lo que debemos de asegurarnos es de que estas sean seguras. Para eso se han realizado ensayos, pero como se ve, esos ensayos no tienen nada que ver con una administración de la vacuna a escala global, y al parecer no se detectaron casos de trombos en los ensayos, que en cambio sí que se han detectado en la administración global de la vacuna.

Si estuviésemos en una situación de que no existe ninguna otra vacuna, y de que el índice de contagio y letalidad del virus fuesen alarmantes, entonces podría entenderse que se optase por continuar administrándola pese a los riesgos. Pero no estamos en esa situación. Afortunadamente hay otras vacunas aprobadas, pendientes de autorización por parte de la UE, o en fase de ensayos, y si bien algunas presentan los mismos problemas, como Janssen, Pfizer o Moderna, otras como Sputnik, Sinopharm, SinoVac, CanSino, Covaxin, Novavax, CureVac o Covidshield parece que tienen menos efectos adversos. Además, hay otras en desarrollo en Cuba o España


(En este gráfico de la Sexta publicado el 14 de abril, se muestran los casos reportados de trombosis tras inoculación de la vacuna con AstraZeneca, Pfizer, Janssen (ya hay más casos reportados) y Moderna).

 

Tal vez sería prudente por tanto continuar o empezar con la administración de vacunas que no reportan trombos, y parar la administración de las que sí que lo hacen.

En cualquier caso, se avecinan demandas de indemnización a los Estados por parte de los familiares de los afectados por trombosis generadas por las vacunas. Y digo a los Estados porque en los contratos que firmaron con las farmacéuticas, la responsabilidad frente a efectos adversos recae en estos, dadas las prisas en fabricar la vacuna frente al tiempo que habitualmente se emplea, precisamente para evitar este tipo de situaciones.

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