Desde que acabó el confinamiento pasamos dos meses de relativa calma en los que parecía que se volvía a la normalidad, pero en agosto comenzaron a aumentar los contagios, y ya se está implantando en algunos sitios restricciones a los movimientos.
Se hacen más tests que antes, y la cifra de contagiados y letalidad se aproxima más a la realidad (antes se hacían muy pocos tests y la tasa de letalidad era mayor, al no detectarse los casos asintomáticos o leves). Aun así, parece que no se están haciendo tests suficientes. Solo los hacen a las personas que muestran síntomas y a su entorno en caso de que den positivo. Pero si alguien quiere hacérselo voluntariamente, tiene que pagar.
En consecuencia, los hospitales se están volviendo a llenar,, y aparte de las mascarillas, las distancias, la limitación de aforos y reuniones, en algunos municipios se han implantado medidas de restricción de movimientos. No sin polémica, pues como no podía ser de otra manera hay contradicciones. No se entiende que se restringa el movimiento entre municipios pero no se tomen medidas en los aeropuertos (tipo tests a los que llegan, cuarentena, o tests antes de volar).
(En este gráfico para Andalucía, pero que puede servir
como referencia para España, se puede ver como los casos por COVID
aumentan mucho desde agosto debido al mayor número de tests, y cómo las
hospitalizaciones, ingresos en UCI y defunciones también aumentan,
aunque en menor medida que el número de contagiados, lo que demuestra la
letalidad del virus, que es mucho menor de lo que se decía, ya que la
mayor parte de los contagiados son asintomáticos o de carácter leve. No
obstante, el aumento de hospitalizaciones indica que el virus sigue
presente y si no se toman precauciones puede volver a dispararse su
incidencia como sucedió en primavera).