Lo inconcebible ha sucedido. Después de años de guerra civil, y de que el régimen machacase a la oposición con ayuda de sus aliados, las tornas han cambiado, y la oposición se prepara para el asalto final estrechando el cerco sobre Homs y Damasco.
Pero antes de narrar y analizar lo sucedido en estas últimas semanas, considero conveniente hacer un pequeño repaso del contexto y de cómo se ha llegado a esta situación.
Numerosos han sido los artículos que escribí en este blog respecto a Siria, siendo el primero allá por octubre de 2011, cuando la revuelta no había hecho más que comenzar en el marco de las primaveras árabes. En marzo de 2012 me lancé a recoger firmas con un manifiesto en el que se condenaba la represión en Siria del régimen de Al Assad. Poco después daba cuenta de algunas de las firmas más notorias. Luego escribí sobre la izquierda y su ceguera a la hora de condenar ciertas dictaduras y represiones, así como sobre el principio de no injerencia, o previamente sobre el pacifismo. Tras otro artículo incidiendo en por qué había que condenar a Al Assad, escribí sobre los crímenes cometidos por los rebeldes, y finalmente escribí sobre quienes se oponían a una intervención en Siria en 2013 debido al uso de armas químicas por parte del régimen contra la oposición.
Aunque después dejé de escribir directamente sobre Siria, sí que continué mencionando lo que sucedía en otros artículos más heterogéneos, como un artículo sobre la política de Putin, otro en el que entre otros temas hablaba sobre las torturas en las cárceles sirias, u otros dos sobre el Estado Islámico.
Es decir, que continué atento a la actualidad en Siria, a pesar de que escribiese menos sobre ello en el blog.
A modo de resumen, para quien la realidad siria le quede demasiado lejana, conviene recordar que es una dictadura del partido Baaz desde que tomó el poder en 1963. 7 años después, Hafez Al Asad dio un golpe interno para situarse en la presidencia, hasta que murió en el año 2000, momento en el que le sucedió su hijo Bachar, pese a que Siria era una república y no una monarquía. De hecho tuvieron que cambiar la constitución para permitirlo, ya que solo se permitía presidir el país a personas mayores de 40 años, y Bachar tenía 34 en ese momento.
(Retratos de Hafez Al Asad, a la izquierda, y Bachar Al Asad, a la derecha)
Por supuesto había otros partidos políticos y elecciones, pero los partidos que podían molestar eran reprimidos, los opositores encarcelados, y las elecciones amañadas.
En el marco de la primavera árabe en 2011, tras los levantamientos en Túnez y Egipto, le llegó el turno a Libia y Siria. A diferencia de lo ocurrido en los dos primeros países, tanto en Libia como en Siria las manifestaciones pacíficas derivaron en una espiral violenta debido a la represión del régimen, que conllevó que la oposición se armase para defenderse y en última instancia derribar al régimen.