Es una lástima que después del esperpento de corrupción que dejó el PP de Aznar y Rajoy, con el caso Gürtel, el caso Bárcenas y la financiación en negro del partido, Rodrigo Rato con el caso Bankia, el caso Púnica, las tarjetas black, o los diferentes casos de corrupción en Valencia de la mano de Rita Barberá o Eduardo Zaplana, los que llegaron para regenerar la democracia hayan caído en las mismas trampas, como estamos viendo estos días con el círculo de corrupción entre Ábalos, Koldo y Santos Cerdán, personas todas ellas muy ligadas a Sánchez, desvelado por el empresario Aldama. De hecho, hasta se ha llegado a registrar la sede del PSOE en la calle Ferraz.
Y parece que el caso no se va a quedar ahí, porque ya se está investigando la comunicación de estos tres personajes para detectar extensiones de la trama en el cobro de comisiones por la adjudicación de obras en carreteras y Adif.
De hecho, a Sánchez, Ábalos, Santos Cerdán y Koldo se les conocía como el cuarteto del Peugeot, ya que fue en esa marca de coche con la que los cuatro recorrieron buena parte de España para la campaña de las primarias en las que Sánchez volvió a encabezar el partido después de que hubiese sido apartado por un motín interno del aparato del partido.
Claro que este caso tampoco debería pillar de sorpresa, porque la corrupción y el PSOE han estado unidos bastante tiempo, desde el caso de los ERE de Andalucía, hasta la época de Felipe González y Alfonso Guerra con el caso FILESA, Juan Guerra, o Roldán, entre otros. Para intentar salvar la imagen, González convenció al juez estrella del momento, Baltasar Garzón, para que se incorporase en las listas y dar una imagen contra la corrupción. Claro que luego este se enfadó cuando no le hicieron ministro, y se acabó yendo apenas 9 meses después.